A menudo me siento impotente y defraudada. Trato de hace un paralelo, de buscar situaciones afines. Me pongo a pensar que quizás sienta lo mismo el trabajor de la tierra que se ve despojado de ella, de su medio de subsistencia y con el, también de las formas propias de cultivarla, de producir frutos sanos que nacen en ambientes sanos. Ese productor ve cercenados sus derechos y en la tierra ya no advierte aquella fértil bendición: demasiados plaguicidas, fertilizantes y semillas transgénicas responden a intereses corporativos multinacionales y no a la soberanía alimentaria, a la promesa de la tierra que extiende su amplia generosidad a todos los hombres.
Trasladando esta experiencia a mi desazón, el paralelismo me viene como anillo al dedo. En un futuro cercano seré una trabajadora en los medios de comunicación, pero varios obstáculos se presentan. Ya como parte de la audiencia me siento despojada de una opinión o construcción de la realidad que me represente en la mayor parte de los medios de comunicación argentinos. De esta manera, no puedo más que sentir alivio, asombro y hasta una incontenible alegría cuando algún vocero se hace eco de mi voz y reproduce, ante esta obsena concentración multimediática, una interpretación de los hechos que, en mi opinión, hace justicia a la verdad. Es decir que, al igual que el trabajador de la tierra; esta futura trabajadora de los medios que incursiona humildemente en sitios como los blogs, experimenta en ellos un cambio fundamental, un rol cada vez más marcado a favor de intereses corporativos y políticos y en contra de la democratización de la información y el espacio de lo discursivo como área para la construcción de relatos que busquen la mayor objetividad posible en el marco del compromiso con la verdad y la justicia social. Porque los medios de comunicación también parecen estar llenos de fertilizantes, de plaguicidas, de transgénicos y vinculados con las multinacionales. Los medios, al igual que la tierra, ya no son (o nunca fueron) lo que deben ser: sus propietarios cada vez son menos y sus propiedades cada vez son más. Así como hay campesinos que ya no tienen tierra para cultivar (la gran paradoja de esta región de abundancia) hay miles de ciudadanos que no tienen un medio donde expresar sus opiniones y de ese modo conformar un abanico que se caracterice por la pluralidad y la diversidad. Literalmente, los medios de comunicación están llenos de soja. Por este motivo, no cabe esperar que ningún defensor social y ambientalista se entusiasme con la idea de que en algún gran medio de comunicación se puedan denunciar las irregularidades, el desparpajo y la miseria que siembra la soja (y todo su escuadrón de productos relacionados) en los suelos argentinos y el impacto económico/sanitario/social entre sus pobladores.
Y esta asociación es sólo un ejemplo de las desagradables coincidencias que permiten visualizar cómo instrumentos sociales, que pudieran ser utilizados para construír espacios más justos, se vuelcan, por el contrario, a dar vida y legitimar sistemas económicos, modelos ideológicos, estructuras sociales que dañan en lo más profundo las conquistas obtenidas por los pueblos a través de largos y difíciles procesos políticos y sociales y que impiden cualquier desarrollo posterior en esta dirección.
Y si uno da un vistazo al panorama regional, se encuentra con episodios similares que permiten explicar la falta de respeto, de honestidad y la irresponsabilidad con que algunos importantes medios de comunicación tratan hechos como el Golpe de Estado perpetrado en Honduras el pasado 28 de Junio, que aún está en proceso y cuya resolución mantiene en vilo a todos aquellos que creemos que Honduras está frente a una situación aberrante que debe ser reprobada enérgicamente.
Es notable cómo juega un papel fundamental la manera de construír la actualidad y las implicancias que estos modos de construcción tienen en la percepción de los hechos, en las decesiones a tomar, en la definición de los intereses que se terminarán apoyando (concientes de ellos o no, según la clase de información_o de desinformación_ que tengamos enfrente y en la que decidamos creer).
Es por ello que el video que comparto a continuación (subido a You Tube y perteneciente al programa Seis Siete Ocho, emitido por Canal 7) nos muestra claramente cómo dos importantes medios de comunicación, Globovisión y Telesur, construyen relatos completamente opuestos acerca del Golpe de Estado en Honduras. Desde ya, pido disculpas por algunas intervenciones en el video que no corresponden al archivo original, pero que seguramente surgieron de un error de grabación; no pude encontrar otro ejemplar del mismo video.
Volviendo al tema, cabe resaltar, en este sentido, la importancia de esos relatos porque en ellos reside la disputa acerca de la consideración más básica y de la que se desprenden importantes consecuencias: ¿ES o NO ES un Golpe de Estado?.
Parece increíble que en este punto haya lugar a dudas. Lo más triste de todo es que, definitivamente, no hay lugar a dudas; más bien hay lugar a certezas. Éstas son que detrás de los relatos que niegan el golpe hay un macabro juego de intereses sostenidos por sectores que ven con malos ojos los logros a favor de las mayorías. Estoy absolutamente convencida de que los procesos llevados a cabo por los países hermanos de Venezuela, Ecuador, Bolivia son temidos por sectores reaccionarios y conservadores que buscan construír un relato que emerge de sus profundos miedos acerca de lo que, peyorativamente, llaman los movimientos "populistas". Ese relato clama a viva voz que las verdaderas dictaduras surgen de estos gobiernos, eleigos democráticamente, inclinados hacia lo popular, que cometen el imperdonable pecado de volcarse al interés por las mejoras sociales de las mayorías y que enfrentan a los poderes concentrados. Estos sectores reaccionarios parecen vivir con el disco duro que maquina y recrea la situación de la Guerra Fría, cuando había que defender a ultranza al capitalismo (aún a costas de volverlo un poco más benévolo con el pueblo) para que los desplazados y marginados sociales no pretendan volcarse a la experiencia comunista que convirtió su discurso en realidad en 1917 (aunque no pudo mantener la lealtad a sus postulados). Sectores reaccionarios que ven ante la unión regional latinoamericana una amenaza a sus intereses y en dirigentes como Hugo Chávez un demonio, por ser elegido reiteradamente por el pueblo, atacar la renta petrolera y no ser políticamente correcto a la hora de decir lo que piensa de quien sea.
Relatos peligrosos. Relatos horrorosos. Un gobierno ilegítimo, mentiroso, obseno y represor puede esgrimir sus refutables argumentos para tratar de convencer a la población de que la sangre no es sangre, de que un golpista es un héroe de la Democracia, de que un país que vive con el toque de queda y miles de manifestantes pacíficos reprimidos por reclamar la vuelta de su Presidente constitucional, Manuel Zelaya, es un país donde todo transcurre como debe. Un discurso donde los venerables son los ciudadanos que van vestidos de blanco, apoyando el Golpe, que piden no ser un país "satélite", que piden lanzar a Chávez fuera del globo si fuera posible. La blanca pureza de los manifestantes no se viste de rojo, porque el infame ejército les deja manifestar tranquilos su descarado apoyo a un gobierno de nadies, apoyado por el poder económico, los medios de comunicación afines a ese poder y los simpatizantes de la ultraderecha.
Relatos que resignifican las palabras para volcarlas a sus fines y preferencias, que omiten datos esclarecedores para comprender ampliamente el panorama, que dan vuelta los sentidos y significados aún ante los más visibles indicadores del engaño.
La instancia diplomática en que las organizaciones internacionales y los diferentes gobiernos de la región apostaron a unir esfuerzos para restituír la democracia en Honduras no pudieron prosperar. De todos modos, cabe destacar lo fundamental de este apoyo internacional en el proceso de restitución a la vía democrática. Por otra parte, intentar negociar el Golpe sólo conducía a concesiones y legitimaciones al mismo. Pero el panorama era y es demasiado delicado como para intentar acciones más intrépidas: la represión se desató y la democracia tuvo que lamentar nuevos muertos y heridos en su nombre. El presidente legítimo, Manuel Zelaya, logró pisar suelo hondureño en el día de ayer, acompañado por una caravana; y en el sentimiento y la lucha fraternal, acompañado por los miles de ciudadanos del pueblo hondureño que no pudieron llegar hasta del lugar del encuentro por la militarización en las vías de acceso que les impidió el paso.
De no ser por el excelente trabajo de Telesur, la mayor parte de la televisación paso a paso y minuto a minuto de la delicada situación en Honduras no habría sido posible. Vuelvo al tema de mi desazón y tristeza por no encontrar en los medios y programas argentinos más importantes (siempre con brillantes excepciones como la televisión pública y algunos periodistas, intelectuales, artistas y políticos notables) siquiera el esbozo de preocupación por la ruptura del proceso democrático en un país hermano.
Más allá de todo, el pueblo hondureño, aguerrido, valiente y luchador no teme a las inclemencias, al cansancio o al hambre. No teme al fusil de un hermano hondureño que se alza sobre él olvidando sus verdaderas lealtades. Este otro relato sufre, lucha por ganar la batalla de lo discursivo, por impregnar esos espacios donde se lo ignora, por conseguir el apoyo de los defensores de la verdadera democracia.