Si de algo estoy segura es que la nueva ley de medios vino a instalar un nuevo tiempo y una nueva percepción. También una renovada y diferente sensibilidad. Ya hice mención a esto en otras ocasiones, porque mi blog se convirtió en algo así como la trinchera para la lucha que va acompañada de cantos, la lucha de las voces solitarias y de los reclamos que no formaban parte de la agenda pública.
Desde sus inicios, el periodismo es una herramienta poderosísima. Antes de la abolición monárquica, los reyes ya se habían dado cuenta de ello y quisieron capitalizar el poder de influencia de los primeros periódicos y gacetas. Las nuevas tecnologías proporcionaron un impulso inusitado a ese gérmen comunicacional que, aún a pequeña escala, abría la mirada a nuevos mundos. Con la creación e instalación de la sociedad de masas, nacida de las entrañas de los procesos del capitalismo mundial, los nuevos medios hicieron su aparición transformando prácticas sociales y privadas, instalando nuevas formas de sociabilidad, de entendimiento, comprensión, relación y aprehensión del mundo. Hoy, en los inicios del siglo XXI, los medios de comunicación son dominantes; sus dueños, monopólicos y multimediáticos. Pero ya no se podrá decir que son incuestionables.
Hay códigos deontológicos, es cierto. Hay normas éticas y morales que elabora cada empresa de medios. Leyes hay por doquier y para todos los gustos. Para que nadie se atreva a decir nada del periodismo que ejerce su laboriosa y arriesgada tarea por el bien de la Patria. También hubo cuestionamientos acerca de qué valía jerarquizar más: ¿el derecho a la información de las personas o la privacidad de ciertos personajes públicos?.
Pero, lo que en este momento estamos presenciando son acontecimientos de otra índole. Hace 30 años, el Informe MacBride lo anticipaba; pero sus interesantes conclusiones, fruto de una laboriosa investigación, fueron conocidas por especialistas, aunque sin eco en los grandes medios. En 1977 comenzó el trabajo de investigación acerca de la situación planetaria de la comunicación a cargo del abogado irlandés, Sean MacBride, en el marco de la UNESCO. Hacia 1980 el informe había concluído, pero la fuerte repercusión en ese contexto hizo que quedara desprovisto de posibilidades de trascendencia. Algunos de sus puntos declaran:
Desde sus inicios, el periodismo es una herramienta poderosísima. Antes de la abolición monárquica, los reyes ya se habían dado cuenta de ello y quisieron capitalizar el poder de influencia de los primeros periódicos y gacetas. Las nuevas tecnologías proporcionaron un impulso inusitado a ese gérmen comunicacional que, aún a pequeña escala, abría la mirada a nuevos mundos. Con la creación e instalación de la sociedad de masas, nacida de las entrañas de los procesos del capitalismo mundial, los nuevos medios hicieron su aparición transformando prácticas sociales y privadas, instalando nuevas formas de sociabilidad, de entendimiento, comprensión, relación y aprehensión del mundo. Hoy, en los inicios del siglo XXI, los medios de comunicación son dominantes; sus dueños, monopólicos y multimediáticos. Pero ya no se podrá decir que son incuestionables.
Hay códigos deontológicos, es cierto. Hay normas éticas y morales que elabora cada empresa de medios. Leyes hay por doquier y para todos los gustos. Para que nadie se atreva a decir nada del periodismo que ejerce su laboriosa y arriesgada tarea por el bien de la Patria. También hubo cuestionamientos acerca de qué valía jerarquizar más: ¿el derecho a la información de las personas o la privacidad de ciertos personajes públicos?.
Pero, lo que en este momento estamos presenciando son acontecimientos de otra índole. Hace 30 años, el Informe MacBride lo anticipaba; pero sus interesantes conclusiones, fruto de una laboriosa investigación, fueron conocidas por especialistas, aunque sin eco en los grandes medios. En 1977 comenzó el trabajo de investigación acerca de la situación planetaria de la comunicación a cargo del abogado irlandés, Sean MacBride, en el marco de la UNESCO. Hacia 1980 el informe había concluído, pero la fuerte repercusión en ese contexto hizo que quedara desprovisto de posibilidades de trascendencia. Algunos de sus puntos declaran:
- Política de comunicación para la independencia y el autodesarrollo
- Nuevas tareas sociales para los medios de comunicación
- Democratización de la comunicación: componente esencial de los derechos humanos
- Refuerzos de la identidad cultural para la dignidad humana
- Nuevo órden mundial de la comunicación en dónde los países del Tercer Mundo se encuentren en igualdad de condiciones financieras, culturales y tecnológicas con los países desarrollados en materia comunicacional.
- Distinción entre "libertad de expresión" y "libertad de empresa".
- Promover mecanismos de protección a los periodísticas, no sólo en lo que tiene que ver con su integridad física, sino con su derecho a la independencia de criterio frente a presiones empresarias y políticas.
El informe MacBride es un muy buen antecedente que no pudo realizarse en su tiempo. Hoy los tiempos son otros, al igual que todas las sensibilidades desatadas a partir del destape de la estructura empresarial de los dueños de los medios, las presiones corporativas a periodistas, la desigual situación en que se encuentran los trabajadores de la comunicación que no pertenecen a un multimedio y, como si fuera poco, la pérdida de credibilidad y capital simbólico de algunos medios y sus trabajadores del periodismo.
Este es el caso de una comunicadora que tiene su programa de radio en Continental desde 1987, en la franja horaria que muchos consideran de mayor audiencia, la que acompaña los despertares de tantos argentinos. Magdalena Ruíz Guiñazú supo forjar una imágen de periodista intachable, comprometida. Ha publicado libros y ganado numerosos premios. Quizá haya obtenido un gran reconocimiento por su labor en 1984 dentro del ámbito de la CONADEP, comisión que recibía las denuncias por las desapariciones de personas durante la última dictadura militar.
El centro del asunto es que Magdalena me tiene cada vez más estupefacta. No basta hacer alardes de su trayectoria para tratar de justificar los desaciertos y desvaríos. A mí nunca me hizo "ni fu ni fa", más bien todo lo contrario, pero la respetaba. En esas primeras audiciones de radio, donde entré en contacto con un mundo apasionante, Magdalena Tempranísimo era una de esas escuchas obligadas para el taller de la facultad.
En una reciente entrevista telefónica desde su programa al Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, Magdalena dió cátedra de empobrecimiento intelectual, confusión de órdenes y degradación del periodismo. La discusión en torno de la nueva ley de medios nos hizo encontrar a una Magdalena que, al buen estilo Carrió, no tiene problemas en defender a los grandes grupos económicos para asegurar la única libertad de expresión que hemos conocido hasta el momento: la de las grandes empresas con poder de circulación en el mercado de las comunicaciones.
La conductora increpó a Fernández no a título de periodista o comunicadora que busca informar a través de la pregunta y la reflexión. Sí lo hizo a título de tribunal supremo; más aún, enarbolándose como el centro del cuál fluyen todas las verdades, la espadachina vengadora en nombre de un imaginario colectivo de periodistas que trabajan para medios a los que la lucha militante que acompañó la ley ayudó a sacar la careta. Por extensión, esa máscara también se le cayó a varios trabajadores de la prensa, la radio y la televisión.
El gran enojo de Magdalena se supone que radica en un dicho que Fernández expresó como opinión en una publicación en el diario Página 12, el lunes 19 de octubre: "Los medios de comunicación no reflejan la realidad".
¡Para qué! ¿No bastaba ya con que Magdalena despotrique contra la ley, tildándola de persecusión al trabajo periodístico o revanchismo kirchnerista, vomitando la oscura profecía de medios comprados y arrodillados por la publicidad oficial (miles de "canales 7" con vocecitas "estatales fascistoides monocordes") ninguneando en todo momento a las organizaciones sociales y a los actores independientes que defendimos y acompañamos la ley?
No.
Tuvo que venir Fernández, en su pleno derecho de libertad de expresión, a poner los tapones de punta a un par de periodistas desgastados por una sensibilidad al rojo vivo que los aparta de su rol social, de su trabajo informativo, de la necesaria honestidad periodística y de cualquier trayectoria envuelta en paquetito con moño rosa.
Que los medios de comunicación construyen realidad social dijo Aníbal Fernández. Y lo curioso, es que ni siquiera lo dijo él. Toma las palabras de una mesa de discusión que dió a llamarse “Los medios masivos y la invención de la realidad”. Y aún así, en esta mesa no encontramos esta idea de la construcción como gérmen, sino que se toman desarrollos que muchos teóricos e investigadores introdujeron como perspectiva.
El filósofo y semiólogo Eliseo Verón es uno de ellos. La idea desafiante e innovadora es la propuesta de dar cuenta de las complejas operaciones de una industria: la industria de la información. En el "Prefacio a la segunda edición" de Construír el acontecimiento, Verón plantea:
"Este libro pretende que ese objeto cultural que llamamos la actualidad, tal como nos la presenta, por ejemplo, el noticiero de un canal de televisión de un día cualquiera, tiene el mismo status que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo. Los medios no "copian" nada (más o menos bien o más o menos mal): PRODUCEN REALIDAD SOCIAL. Naturalmente medios hay muchos (diarios, canales de televisión, diarios). De modo que hay muchos modelos de actualidad. Como hay muchos modelos de automóviles. Los distintos modelos de la actualidad están construídos para distintas audiencias[...] Esto no quiere decir que la realidad sea una ilusión. Por el contrario: de lo que se trata es de la PRODUCCIÒN DE LA REALIDAD SOCIAL COMO EXPERIENCIA COLECTIVA [...] El actor social "ordinario" (cada uno de nosotros, en su vida cotidiana) se hace una idea de los medios muy diferente de la que acabo de esbozar. Pensamos que la realidad social está ahí y que los medios reproducen de esta realidad, compuesta por múltiples hechos, una ínfima parte: aquella que consideran importante. Uno se pregunta entonces si la información es "objetiva", si deforma o no los hechos [...] Este punto de vista del "sentido común" debe ser abandonado.
La actualidad como realidad social en devenir existe en y por los medios informativos. Esto quiere decir que los hechos que componen esta realidad social no existen en tanto tales (en tanto hechos SOCIALES) antes de que los medios los construyan. Después de que los medios los han producido, en cambio, estos hechos tienen todo tipo de efectos: un gobierno toma tales o cuales decisiones; otro reacciona de tal o cual manera; ambos, por supuesto, utilizan los medios para que sus actos se conviertan en acontecimientos sociales. Después de que los medios los han producido, los acontecimientos sociales empiezan a tener múltiples existencias, fuera de los medios[...]
Si el sentido común se resiste a aceptar este punto de vista, es sobre la base de un gigantesco malentendido en torno a las nociones de "hecho" y de "experiencia", vale decir, un malentendido acerca de la relación entre el orden individual y el orden colectivo en una sociedad mediatizada."
Los medios, "máquinas de producción de realidad social" nos dice Verón.
Lo expresado por Aníbal Fernández, en otro órden, da cuenta de este espíritu constructivo de los medios, ahora en el marco de una profunda lucha visible de intereses no sólo económicos sino también simbólicos:
"La síntesis, los medios de comunicación no son la realidad. No la reflejan tal cual es. Tampoco son su espejo. La actualidad periodística es una construcción. Es el producto final del trabajo de un equipo de profesionales: periodistas, fotógrafos, jefes de redacción, diseñadores, editores, etcétera.
Introduzco estos conceptos, remanidos acaso, para avanzar a un tema que todavía no se ha develado respecto de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y es que el debate de fondo es entre incluidos y excluidos."
Resulta increíble pensar que una periodista de trayectoria pueda hacerse la zonza en uno de los temas cruciales y fundamentales que aprende cualquier estudiante de comunicación en su primer año de carrera. Pero además, cuesta aceptar la virulencia con que se posiciona en el discurso, desnudo de toda credibilidad y argumento, sintiéndose más cómoda en el "holding maldito" que frente a una audiencia que, en gran medida, ya no será la misma y comienza a requerir por parte de los periodistas el compromiso y la honestidad perdida.
Y hablando de construcciones, las que no son sólidas vuelan como un castillo de naipes tuego de ser arrasado por algún viento de sentido libertario y esclarecedor.
/Esta nota cuenta con los aportes de la edición de octubre de LE MONDE diplomatique, edición Cono Sur y el blog REGISTROMUNDO en el cual pude escuchar el audio del programa de Continental./
Este es el caso de una comunicadora que tiene su programa de radio en Continental desde 1987, en la franja horaria que muchos consideran de mayor audiencia, la que acompaña los despertares de tantos argentinos. Magdalena Ruíz Guiñazú supo forjar una imágen de periodista intachable, comprometida. Ha publicado libros y ganado numerosos premios. Quizá haya obtenido un gran reconocimiento por su labor en 1984 dentro del ámbito de la CONADEP, comisión que recibía las denuncias por las desapariciones de personas durante la última dictadura militar.
El centro del asunto es que Magdalena me tiene cada vez más estupefacta. No basta hacer alardes de su trayectoria para tratar de justificar los desaciertos y desvaríos. A mí nunca me hizo "ni fu ni fa", más bien todo lo contrario, pero la respetaba. En esas primeras audiciones de radio, donde entré en contacto con un mundo apasionante, Magdalena Tempranísimo era una de esas escuchas obligadas para el taller de la facultad.
En una reciente entrevista telefónica desde su programa al Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, Magdalena dió cátedra de empobrecimiento intelectual, confusión de órdenes y degradación del periodismo. La discusión en torno de la nueva ley de medios nos hizo encontrar a una Magdalena que, al buen estilo Carrió, no tiene problemas en defender a los grandes grupos económicos para asegurar la única libertad de expresión que hemos conocido hasta el momento: la de las grandes empresas con poder de circulación en el mercado de las comunicaciones.
La conductora increpó a Fernández no a título de periodista o comunicadora que busca informar a través de la pregunta y la reflexión. Sí lo hizo a título de tribunal supremo; más aún, enarbolándose como el centro del cuál fluyen todas las verdades, la espadachina vengadora en nombre de un imaginario colectivo de periodistas que trabajan para medios a los que la lucha militante que acompañó la ley ayudó a sacar la careta. Por extensión, esa máscara también se le cayó a varios trabajadores de la prensa, la radio y la televisión.
El gran enojo de Magdalena se supone que radica en un dicho que Fernández expresó como opinión en una publicación en el diario Página 12, el lunes 19 de octubre: "Los medios de comunicación no reflejan la realidad".
¡Para qué! ¿No bastaba ya con que Magdalena despotrique contra la ley, tildándola de persecusión al trabajo periodístico o revanchismo kirchnerista, vomitando la oscura profecía de medios comprados y arrodillados por la publicidad oficial (miles de "canales 7" con vocecitas "estatales fascistoides monocordes") ninguneando en todo momento a las organizaciones sociales y a los actores independientes que defendimos y acompañamos la ley?
No.
Tuvo que venir Fernández, en su pleno derecho de libertad de expresión, a poner los tapones de punta a un par de periodistas desgastados por una sensibilidad al rojo vivo que los aparta de su rol social, de su trabajo informativo, de la necesaria honestidad periodística y de cualquier trayectoria envuelta en paquetito con moño rosa.
Que los medios de comunicación construyen realidad social dijo Aníbal Fernández. Y lo curioso, es que ni siquiera lo dijo él. Toma las palabras de una mesa de discusión que dió a llamarse “Los medios masivos y la invención de la realidad”. Y aún así, en esta mesa no encontramos esta idea de la construcción como gérmen, sino que se toman desarrollos que muchos teóricos e investigadores introdujeron como perspectiva.
El filósofo y semiólogo Eliseo Verón es uno de ellos. La idea desafiante e innovadora es la propuesta de dar cuenta de las complejas operaciones de una industria: la industria de la información. En el "Prefacio a la segunda edición" de Construír el acontecimiento, Verón plantea:
"Este libro pretende que ese objeto cultural que llamamos la actualidad, tal como nos la presenta, por ejemplo, el noticiero de un canal de televisión de un día cualquiera, tiene el mismo status que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo. Los medios no "copian" nada (más o menos bien o más o menos mal): PRODUCEN REALIDAD SOCIAL. Naturalmente medios hay muchos (diarios, canales de televisión, diarios). De modo que hay muchos modelos de actualidad. Como hay muchos modelos de automóviles. Los distintos modelos de la actualidad están construídos para distintas audiencias[...] Esto no quiere decir que la realidad sea una ilusión. Por el contrario: de lo que se trata es de la PRODUCCIÒN DE LA REALIDAD SOCIAL COMO EXPERIENCIA COLECTIVA [...] El actor social "ordinario" (cada uno de nosotros, en su vida cotidiana) se hace una idea de los medios muy diferente de la que acabo de esbozar. Pensamos que la realidad social está ahí y que los medios reproducen de esta realidad, compuesta por múltiples hechos, una ínfima parte: aquella que consideran importante. Uno se pregunta entonces si la información es "objetiva", si deforma o no los hechos [...] Este punto de vista del "sentido común" debe ser abandonado.
La actualidad como realidad social en devenir existe en y por los medios informativos. Esto quiere decir que los hechos que componen esta realidad social no existen en tanto tales (en tanto hechos SOCIALES) antes de que los medios los construyan. Después de que los medios los han producido, en cambio, estos hechos tienen todo tipo de efectos: un gobierno toma tales o cuales decisiones; otro reacciona de tal o cual manera; ambos, por supuesto, utilizan los medios para que sus actos se conviertan en acontecimientos sociales. Después de que los medios los han producido, los acontecimientos sociales empiezan a tener múltiples existencias, fuera de los medios[...]
Si el sentido común se resiste a aceptar este punto de vista, es sobre la base de un gigantesco malentendido en torno a las nociones de "hecho" y de "experiencia", vale decir, un malentendido acerca de la relación entre el orden individual y el orden colectivo en una sociedad mediatizada."
Los medios, "máquinas de producción de realidad social" nos dice Verón.
Lo expresado por Aníbal Fernández, en otro órden, da cuenta de este espíritu constructivo de los medios, ahora en el marco de una profunda lucha visible de intereses no sólo económicos sino también simbólicos:
"La síntesis, los medios de comunicación no son la realidad. No la reflejan tal cual es. Tampoco son su espejo. La actualidad periodística es una construcción. Es el producto final del trabajo de un equipo de profesionales: periodistas, fotógrafos, jefes de redacción, diseñadores, editores, etcétera.
Introduzco estos conceptos, remanidos acaso, para avanzar a un tema que todavía no se ha develado respecto de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y es que el debate de fondo es entre incluidos y excluidos."
Resulta increíble pensar que una periodista de trayectoria pueda hacerse la zonza en uno de los temas cruciales y fundamentales que aprende cualquier estudiante de comunicación en su primer año de carrera. Pero además, cuesta aceptar la virulencia con que se posiciona en el discurso, desnudo de toda credibilidad y argumento, sintiéndose más cómoda en el "holding maldito" que frente a una audiencia que, en gran medida, ya no será la misma y comienza a requerir por parte de los periodistas el compromiso y la honestidad perdida.
Y hablando de construcciones, las que no son sólidas vuelan como un castillo de naipes tuego de ser arrasado por algún viento de sentido libertario y esclarecedor.
/Esta nota cuenta con los aportes de la edición de octubre de LE MONDE diplomatique, edición Cono Sur y el blog REGISTROMUNDO en el cual pude escuchar el audio del programa de Continental./