/...Perspectivas, imágenes, itinerarios. Interpretaciones sobre la construcción de lo real-social. Miradas del mundo desde mis propias condiciones de producción y de reconocimiento..../
Toda sociedad humana tiene, en lo más íntimo, una gran cloaca que cada tanto se destapa. Existen intereses contrapuestos y visiones de mundo que chocan entre sí junto con la construcción de grandes poderes que ejercen su hegemonía y redactan el inventario de los excluídos, los discriminados, los que deben ser invisibilizados; todo ello con sus implicancias en lo simbólico y en lo material. Esto apunta a que la madeja de todo este sistema de exclusión es una construcción histórica a través de los siglos y no un "orden natural" al que debamos someternos.
El Poder, cuestión que parece abstracta pero que tiene actores sociales concretos que lo ejecutan, se encarga de dictaminar, en base a sus presupuestos ideológicos, una serie de premisas que establecen qué es normal y qué es considerado anormal o aberrante en una sociedad.
El tema de la homosexualidad acompañó la historia del hombre y presenta sus ejemplos en el reino animal. Ha sido tratado de diversas maneras en los medios de comunicación: desde su total invisibilidad, a la introducción del homosexual como afeminado que incomoda a los heterosexuales con su doble intensión, a la abierta muestra de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en telenovelas. Con respecto a estas últimas, se ha dicho que es un avance en relación a la cuestión de la homosexualidad, ya que antes no figuraban y ahora están en pantalla. Personalmente creo que esto es un error, porque en sobradas ocasiones se ha dicho que la homosexualidad no se trata solamente de lo que hacen dos personas en la cama. Hay una visión reduccionista que se asentúa, pues los inadecuados tratamientos acerca de este tema llevan a que, a pesar de tener siglos de existencia, la homosexualidad siga causando sorpresa o incomodidad. El reduccionismo está basado en el imaginario que se despliega alrededor del acto sexual y toda una serie de prejuicios que, durante años, vincularon a una enfermedad como el SIDA a los contagios por "prácticas" homosexuales.
Ahora, parece que está bien y hasta tiene un cierto grado de tolerancia mostrarlos teniendo sexo en la pantalla de TV pero resulta un escándalo viéndolos militar en política para sancionar una ley de Matrimonio Igualitario.
La Iglesia católica, con Bergoglio a la cabeza y algunos grupos evangelistas desplegaron una prédica oscura, fundamentalista, arcaica, ignorante y profundamente discriminatoria. Fueron expertos en mezclar con absoluto desparpajo la cuestión de la homosexualidad con la pedofilia, la zoofilia y el incesto. El Cardenal Bergoglio salió a decir que esto se trataba de una "guerra de Dios" y que estos proyectos representaban un ataque a los "planes de Dios". El manto satánico con que este jerarca de la Iglesia intentó cubrir lo que es un reclamo legítimo por un derecho postergado no hace más que abrir, nuevamente, la cloaca de las más obsenas inhumanidades. La prédica del Amor queda muy lejos de "los Planes de Bergoglio" y la cúpula de la Iglesia sigue sin escarmentar acerca del progresivo poder que pierde entre el pueblo toda vez que se aleja de sus padecimientos reales e intenta influír en las políticas transformadoras.
Aún desgastada en su credibilidad, en medio de escándalos por encubrimiento de sacerdotes abusadores de menores, la Iglesia sigue siendo un poder político influyente en ciertas capas de la sociedad. Por eso es que un grupo de la oposición se apoya en el discurso eclesiástico y esa sujeción es mucho mayor en las provincias con sesgo conservador, donde muchas veces lealtad a la prédica religiosa implica ganar votos en las elecciones.
Pero lo grave de todo esto es que la ley de Matrimonio Igualitario, que viene siendo militada desde hace cinco años y que este miércoles será tratada en Senadores, es atacada por varios frentes sin aclarar que no afecta el matrimonio religioso, que se trata de un derecho civil que permitirá a las familias ya existentes alcanzar un nuevo piso de igualdad. En todo caso, como ha sucedido con otros temas como Ley de Medios que permitió poner en el tapete ciertos incuestionables, se trata de repensar el significado de familia a la que la Iglesia alude constantemente. La familia, como institución inserta en el cuerpo social, sufre cambios que se dan en el plano social, cultural, económico, simbólico, político. La realidad es que, desde hace mucho tiempo, existen familias diversas y no el prototipo "papá, mamá, hermanos": hay madres solas, padres solos, abuelos y tios criando niños, niños adoptados monoparentalmente que conviven con parejas homosexuales y niños que han sido concebidos por una madre o un padre viviendo bajo el seno de una pareja del mismo sexo. La familia a la que alude la Iglesia, en su vocación de proteger lo que es proclamado por el poder como "normal", ha cambiado profundamente y, otra vez, esta institución da muestras de no poder hacerse cargo de la diversidad y condenar los actos que de ejercen fuera de sus límites.
Pero la Iglesia tiene sus ejemplos de dignidad, dentro de lo que podríamos asociar a sus bases, alejadas del poder de la cúpula. El sacerdote bonaerense, Eduardo De La Serna en diálogo con Página 12 expresó lo siguiente:
“Siempre hablamos de la importancia del diálogo en la Iglesia, pero ahora aparece un jerarca (el cardenal Jorge Bergoglio) hablando de la ‘guerra de Dios’. Parece una cruzada, como en la época de la Inquisición, como si estuviéramos en el Medioevo”, dice De la Serna. Luego reflexiona: “Tiene una actitud tan violenta..., para mí que se equivocaron de siglo”.
“¡Si para la Iglesia el matrimonio civil no es válido! Cualquier católico que esté casado así y no por iglesia es un pecador... entonces, ¿qué les preocupa, si no se está debatiendo legislar sobre el matrimonio religioso para gays y lesbianas?”, razona De la Serna e imagina el caos que sería si otras religiones siguieran el ejemplo de la Iglesia Católica. “Se vuelve teocrático el país”, se responde. Y concluye: “La jerarquía no se resigna a perder el poder de meterse en la cama de la gente. Yo no me hice cura para meterme en la cama de la gente”.
Es innegable que estamos frente a la posibilidad de dar otra batalla cultural. La sociedad mundial, como gran cloaca, posee las peores experiencias de exterminio a raíz de concepciones racistas, homofóficas y discriminatorias. La posibilidad de plantear debates serios, que puedan sacudirse el yugo de la ignorancia, de las premisas "del contagio" de la homosexualidad u otras condiciones de vida nos va a permitir poder tomar las mejores decisiones. Nos colocaré en nuevo escenario para que dejemos de negarle a las personas su condición humana y aceptemos la igualdad para las personas más allá de su diversidad de condiciones, de los sujetos de su amor, o de su imaginario del mundo y la manera en que quieren y sienten vivir la vida.
Los Senadores de la Naciòn, nuevamente, tienen una importante decisión en sus manos y es imperioso que no acudan a ninguna "cláusula de conciencia" y se dispongan a trabajar por la igualdad de derechos.