Soy un alma rebelde. Escapé a la peligrosa domesticación de los espíritus, de la homogeneización de la conciencia y de los deseos. Sin duda, la batalla contra el llamado "sentido común" nunca es una victoria absoluta, pero yo estoy contenta con mis resultados.Un alma rebelde es aquella que no se expone inconcientemente como el sujeto-sujetado por medio del cuál hablan otras voces, los discursos hegemónicos que impregnan de falsa normalidad un sistema impuesto de injusticias construído día tras día y legitimado por los que no saben separar la paja del trigo, la voz de la conciencia del barullo cotidiano, los deseos realmente sentidos y propios de las tendenciosas imposiciones de la moda mercantil.
Prefiero escapar el círculo vicioso de la sociedad de la crispación y la desinformación para tener algún tipo de pensamiento propio, antes que ser un cuerpito reproductor de discursos ajenos, la mayoría de los cuales no coinciden con nuestros propios intereses.
¿Se imaginan lo triste que es andar por el mundo defendiendo intereses corporativos que son totalmente ajenos? Bueno, eso pasa con la pobre gente que sin saber del engaño atroz se convierte en portavoz de los intereses de los grandes medios de comunicación y de otros nefastos actores de peso en la vida argentina.
Por eso el 2010 tiene que ser un año de creación, de invensión de discursos nuevos, propios, dinámicos. No sólo para tratar de comprender, interpretar y expresar los complicados factores que se entrelazan en la realidad de nuestro país, sino también para darle una nueva significación a nuestras vidas.
Quería hablar de sentimientos y terminé hablando de problémáticas sociales en la sociedad mediatizada de la desinformación. Gajes del oficio de una comunicadora social que ve que todo tiene que ver con todo. Y efectivamente es así: la necesidad de pensamiento propio también se desplaza al terreno individual e íntimo de la vida para dar significación a lo que nos pasa.
Derribar viejas frases hechas del sentido común, también es el rol revolucionario de un alma rebelde.
Hoy quiero desmontar el significado de la frase número uno de fin de año : "año nuevo, vida nueva", dar cuenta de los matices que impregnan nuestra vida. Nunca nueva del todo, siempre en transformación dialéctica entre lo que somos, lo que queremos ser, lo que fuimos. El hecho de que las fiestas de finde año se presenten con el barniz de la ola consumista y con la imposición social de saturarse de felicidad, de comida, de saludos no es más de otra de las cosas ante la cuál un alma rebelde tiene, al menos, que plantearse una posición de reflexión.
¿Acaso por un delimitado trozo de tiempo que coincide con el fin de año puede violentarse uno mismo para imponerse una felicidad que tal vez no sienta?
Felicidad entendida en un sentido particular y con la exigencia de vivirse como tal, una felicidad entendida como maniática, una felicidad de pose, de momento, y a reventar la noche como si eso nos librara de las pesadas mochilas de las que nos queremos despojar. El "pum para arriba" es la regla, nada de lágrimas, nada de emociones muchachos.
Acabemos con las reglas.
Y no se trata de recibir el año con cara de traste. No me malinterpreten. Se trata de comprender que un simple corrimiento de calendario no es más que una disposición social para cambiar de año.
Y aquí radica la cuestión: lamento informarles a los fanáticos de "año nuevo, vida nueva" que las viejas vidas son parte constitutiva de nuestro presente, aún cuando tengamos la firme decisión de cambiar. Lo único que nos podrá salvar de seguir reproduciendo esas viejas vidas como única realidad presente es la firme determinación, el trabajo de hormiga que la felicidad maniática de las fiestas (repito, obligación de estar felices como la pose deseada) no proporciona.
Esta reflexión surgió hoy, cuando alguien quiso contenerme al momento que recordar a mis abuelos me bañó en lágrimas y congoja. Otra persona pidió que me dejaran expresar ese sentimiento.
¿Qué es la vida humana sino ese conjunto de sentimientos que no se pueden disociar sólo porque una fecha lo imponga? Aún siendo una persona alegre, la vida no se reduce a la carrera por una desenfrenada e ilusoria felicidad de vidriera.
Vale recordar que todos llevamos dentro los recuerdos más hermosos y los más dolorosos, que la muerte y la vida son parte constitutiva del presente. Que nos hace mal montarnos a la ilusión de las eternidades. Que la vida son pequeñas muertes y renaceres, así como grandes muertes y olvidos. Que es recuerdo, que es proyección. La felicidad no es ajena a todo el proceso vivido, la vida nueva es el esfuerzo revolucionario de quien quiere hacer la mejor síntesis entre su pasado y su presente