sábado, 17 de julio de 2010

El Compromiso

En el devenir de mi vida algunos cambios de trayecto podrían hacerme pensar que hubo un momento puntual en que yo decidí para mi vida el camino del compromiso. Pero si realizo un inventario veo en los momentos previos, desde el mismo instante en que se empieza a tomar conciencia en la niñez y se actúa con ciertas convicciones, que me acompañó el interés por las cuestiones sociales desde siempre. Eso no significa que hubiera sabido desde temprano el camino para llevar adelante esa inquietud, esa práctica, ese desvelo. Tampoco que yo sea ejemplo de nada, porque no soy sujeto de proezas, pero si de pequeños logros e intervenciones que en mi vida significan mucho y que aunque sea una persona más en este profuso mundo, creo fervientemente que la toma de conciencia de alguien más siempre es una esperanza.
Pensé, en la adolescencia, que los grupos que se forman en las Iglesias (aunque nunca llegué a participar en uno), la recolección de ropa y comida podría ser una buena contribución. Pero la caridad y la donación comenzó a parecerme vacía y verticalista: la mano que da siempre parece estar más arriba o más lejos que la mano que recibe. Tampoco uno se comprometía quejándose del mundo, de la política, de la violencia. Algo no me cerraba. Oficié de vagabunda por el mundo sin un espacio en el cuál reconocerme. Fueron años duros.
Lo que sí es cierto es que hubo un momento en que mis desplazamientos por la facultad me permitieron aprehender un mundo nuevo sobre el mundo actual. Emergió con fuerza un rico juego de significaciones y cambió completamente mi visión sobre la política. Esa palabra era la clave: una concepción política del mundo, de las prácticas que llevamos a cabo. Comprendí que la política es una manera de posicionarse y actuar en el mundo, que conlleva consecuencias como toda acción. Eso que todo el mundo desprestigiaba, que los propios políticos nos enseñaron a desdeñar porque en muy pocas ocasiones supieron honrarla.
Pero negar la importancia y la potencialidad transformadora de la política es desconocer el mundo y su historia. La política, en medio de procesos de luces y sombras, ha dado lugar a que lo impensado se convirtiera en un derecho: Hubo un momento en que los poderes hegemónicos consideraron parte del orden la exclusión del voto de la mayoría de la población y se practicaba el voto censatario o restrictivo considerando posiciones económicas, de instrucción o civiles. Pero esa hegemonía se vió contrariada por las demandas de grandes masas de población que comenzaron a luchar, y esa lucha tuvo carácter político, para ser incorporados en las grandes decisiones que atañen al destino de un país. En 1912 surge, con la ley Saénz Peña, el voto universal masculino, secreto y obligatorio. No fue el fin de los fraudes ni la continuidad del hilo constitucional, pero el paradigma había cambiado. Aún más lo hizo en 1947, cuando el peronismo_ con Evita a la cabeza_ promulga el voto femenino, bandera reclamada por décadas. Aquellos años en la Argentina fueron de cambios profundos y eso se debe a la lucha de los trabajadores y sus pensadores embanderados en sus diferentes partidos y con sus diversas consignas. Las grandes masas se incorporaron a la cosa pública como nunca antes y fueron un factor de poder que amenazaba con debilitar la hegemonía imperante, que debió abrir el juego para lograr transfomarse a la nueva situación sin perder completamente el poder.
Ese pueblo excluído logró organizarse para conseguir la victoria de sus luchas, muchos han quedado en el camino y con ellos sus legados libertarios. Y mucha agua corrió hasta llegar a la década de los 90, luego de cruentas dictaduras militares con complicidades civiles que escribieron con sangre la historia colectiva de nuestro horror. Y los 90 fue la década en que pasé la mayor parte de mi infancia y adolescencia. Si hacemos un somero repaso de los dogmas que en ese período inundaron los medios de comunicación encontramos a un mercado que, supuestamente, desplaza a la política y viene a solucionar todos nuestros problemas. El libre mercado, la apertura indiscriminada de nuestras fronteras para establecer relaciones carnales con el mundo "globalizado y civilizado", la modernidad, la comodidad, lo inmediato. Producto de esas prácticas el Estado fue un ausente en las políticas sociales pero con una inmensa influencia y complicidad para vaciar la Nación y dejarla en manos de los grandes poderes económicos. La patria financiera devaluaba los ideales y las utopías de las generaciones combativas y revolucionarias. Podemos entrar en discusíón acerca del término revolución, yo opino que cada cambio en favor de las clases populares puede ser considerado un paso decisivo; porque creo en la definición de las utopías que ayudan a caminar y cada pisada que nos acerque a la conquista de un derecho debe ser considerada con el mayor de los respetos.
Esa patria financiera desgajaba el potencial de la política como herramienta transformadora de la realidad en pos de la justicia social. Yo soy hija de esa década y de esa concepción. Y como yo millones de jóvenes se criaron bajo el paradigma de que la política es un engaño, está llena de corrupción y que "no hay uno que se salve", por eso..."mejor, no te metas".
El proceso para sacerse ese yugo, esa venda es muy largo, pero no lo suficiente como para convertirlo en una causa perdida. En la plenitud de mi edad elijo una de las tantas carreras que me acerca a concepciones del mundo que no quieren que se les coloque fecha de vencimiento, porque son herramientas conceptuales para mirar el mundo a través de ellas y poder recontruír el mosaico de la realidad.
Por eso, dejé de pensar en caridad para poner el foco en la solidaridad. Dejé de quejarme de la sociedad y de los políticos como entes intransformables y homogéneos (todos igual de tramposos y manipuladores) para reivindicar a la política como instrumento fundamental y transformador de la democracia. Dejé la posición cómoda del pesimismo para intentar una interpretación relacional y una comprensión histórica del mundo. No tengo, en absoluto, todas las respuestas; pero tengo una guía, una mirada nueva, una perspectiva, un método (o varios) y muchas preguntas. Preguntas que cambian el foco, se trata de saber parir nuevas miradas.
Uno va conociendo autores, experiencias de vida, mundos impensados y en las reuniones familiares o de amigos comenzamos a hablar un lenguaje "raro". La recuperación de la riqueza del lenguaje es también una forma de revalorizar la política y nutrir la cultura. Pero también está el temor de quedar incomprendido, por eso se desea una mayor democratización de la riqueza de la lengua, lo cual es un arduo proceso que soñamos con alcanzar.
El discernimiento, la duda, la puesta en cuestionamiento del sentido común, el análisis comparativo e histórico del discurso de los medios, del discurso político, la toma de una postura nos coloca en la posición del compromiso. La ira ante la injusticia es un sentimiento que ningún comprometido puede dejar de sentir, pero debe acompañarla la participación en alguna decisión o acción trascendente, en el apoyo a una consigna desde donde se pueda, como se pueda mientras se divise que esa causa es una lucha por la mayor justicia e igualdad. No faltarán las murallas ideológicas, el choque en la confrontación de valores inculcados, pero entiendiendo que las sociedades son dinámicas y que lo que se consideran "normalidades" son construcciones históricas siempre se podrá revisar la propia ideología para ampliar sus alcances o desechar sus prejuicios al cambio.
La actividad política es necesaria, la ejercemos todos con mayor o menor conciencia, porque hasta las posturas radicalmente anti-políticas son la toma de una posición ante la vida y la sociedad.
Mal que les pese a personajes como Silvina Walger, han sido las políticas de derechos humanos de este Gobierno las que emprendieron la tarea de avanzar en los juicios de lesa humanidad llegando a fallos históricos después de décadas de impunidad, obediencia de vida y punto final. Ha sido la política, con la inicitiva de este Gobierno, la que recuperó las jubilaciones privatizadas con las cuales se hicieron funestos negocios, la que se enfrentó al poder concentrado y monopólico de los medios de "desinformación" que venían detentando un poder incuestionable y hasta criminal. Qué lamentable para un estudiante haber leído la obra de un autor que desconocía, entusiasmarse con su perspectiva esbozada en décadas pasadas y encontrarlo por primera vez en la televisión cumpliendo un papel vergonzante. ¿Qué le pasó a Silvina Walger desde Tv Guía Negra con Carlos Ulanovsky, en 1973, hasta el penoso discurso de "estos son peores que los militares", su machismo indecoroso en la subestimación de la Presidente de la Nación y sus cómodas apariciones bajo la complacencia de Mariano Grondona o sus columnas en La Nación?
Lo que me permite hacer estos juicios es cierta mirada histórica que me impide pasar por alto lo que en estos últimos años representan cambios de paradigmas, gestas de nuevos movimientos ciudadanos y populares, nuevas luchas en el plano discursivo, material, simbólico.
No se trata de negar las muchas falencias que tenemos como sociedad, la desolación a la que se ven sometidos millones de compatriotas aún en el 2010. Se trata de cuidar los logros obtenidos, muchos de ellos banderas históricas de movimientos sociales y políticos que exceden al kirchnerismo pero que encontraron en él un punto de confluencia. Cuidarlos de la bosta con que se pretende ensuciarlos, aludiendo a juicios torpes, privados de argumentos, y vacíos de legitimitad toda vez que se coindice con el discurso de los poderosos, no se ve el avance popular frente a determinadas medidas y se sigue jugando a la política como "cosa sucia" que jamás podrá resolver los problemas de los argentinos porque "el matrimonio presidencial" siempre está ahi "para arruinarlo todo".
Por eso el compromiso es indisoluble de la política y ésta inseparable de las acciones que propenden a una mayor libertad y a la vocación de justicia.