miércoles, 22 de septiembre de 2010

La izquierda que no es, tomas en la UBA que mueven la reflexión.

Basta de zonceras: la lucha por la cuestión nacional.

Desde mi mirada y análisis de la realidad, con la que coinciden miles con los cuales me aglutino en una de las veredas por las que circulan ideas y debates sobre la construcción de nuestro país, el presente histórico se nos presenta_ desde hace unos años_como una secuencia dinámica de hechos políticos, sociales y culturales que conmueven nuestras vidas y nuestra percepción de la realidad.
Notamos la ruptura fundamental, aunque no defintiva,con prácticas, discursos e imaginarios que barnizaron bastante homogeneamente nuestra historia.

Se dan cita en este novedoso encuentro redefiniciones acerca del rol del Estado y sus relaciones con la sociedad, el papel de los medios de comunicación masiva y la concepción de una nueva organización y composición que permita la pluralidad de voces y perspectivas. El renovado imaginario económico que busca la productividad y el valor agregado a las materias primas de escaso valor que nos habían posicionado en un lugar de periferia mundial en la división internacional del trabajo. Las fábricas recuperadas por sus trabajadores; el rol de las cooperativas, el dificultoso pero necesario papel de reconstruír una cultura del trabajo, perdida tras años de aplicaciones neoliberales convertidas en fabricadoras masivas y sistemáticas de pobres, indigentes, exluídos y marginados.
También asistimos a los primeros duros intentos de instalar en el diccionario nacional la palabra que debe hacerse práctica contínua y que se llama distribución de la riqueza, posible en estas primeras etapas gracias a la recuperación de instrumentos fundamentales para una gestión estatal orientada a brindar recursos a su sociedad: sólo por dar dos ejemplos podemos citar la disolución del sistema privado de jubilaciones, que había posibilitado la especulación de los grupos económicos privados con el dinero de los trabajadores, y la recuperación de Aerolíneas como línea de bandera. En materia de distribución de las palabras, las vivencias y los imaginarios sociales se sanciona en 2009 la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tras un importante periodo de discusión pública y foros federales, cuya aplicación busca garantizar la ruptura del monopolio único discursivo (fundamental ruptura para encarar los procesos sociales de transformación, por eso se ha llamado a la Ley de Medios “la madre de todas las batallas”).
En materia de distribución de oportunidades se aplica una herramienta para los sectores de menores recursos que ya verificó su impacto positivo con un 25% de aumento en las inscripciones escolares: estoy hablando de la Asignación Universal por hijo, que como contrapartida requiere que el niño vaya efectivamente al colegio público y cumpla con el calendario de vacunaciones y salud. Respecto de esta medida cabe aclarar que no es un fin en sí mismo, ya que debe ser acompañada por el proceso, antes descripto como necesario, en lo que refiere a la creación de más y mejor trabajo para la inclusión social, pero que difiere de lo que tradicionalmente se conoce como los planes sociales como herramienta clientelística, ya que significa un recurso destinado a reinsertar a los niños al sistema educativo.
La lista puede continuar, pero me parece fundamental, tanto en plano simbólico como material, la reconstrucción de nuestro pasado, la derogación de las terribles leyes de punto final y la obediencia debida, que hoy nos permiten estar en un lugar privilegiado en el mundo en materia de justicia por crímenes de lesa humanidad. Se abrió la cancha para una nueva concepción de las dictaduras, las cuáles cómodamente sólo eran atribuídas al accionar de las fuerzas militares, pero que hoy podemos hablar de dictaduras cívico militares y entender cómo sus ideólogos, financistas y propagadores siguen operando. Por último, la importancia de volver a mirarnos nuevamente como región y Nación Latinoamericana, oponiéndonos a las políticas extorsivas del FMI y cancelando las deudas que fomentaban esa sujeción.
De todo este discurso no veo que se desprenda una conformidad con la realidad, sino un sintético recuento de lo que considero pilares fundamentales para comenzar a repensar la historia y construír un nuevo país. No pretendo negar, bajo ningún pretexto, el complicado panorama debido a que la corrupción sigue siendo un elemento estructural de los sistemas tanto estatales como privados, de la ambigüedad del sistema judicial (que aún cuenta con poderes enquistados que traban la posibilidad de una verdadera justicia para todos y todas). Tampoco niego la complicación del deterioro ambiental, la trata de personas, o el accionar de otras empresas en posiciones dominantes más allá de las mediáticas; no desconozco la violencia en una sociedad que se vió golpeada por los vaivenes de las crisis económicas y políticas durante décadas, sometida a la colonización mental y saqueada en lo más profundo de su dignidad.

Y como estudiante universitaria tampoco hago la vista gorda en lo referente a las problemáticas que atraviesan a nuestras facultades: los ad honorem, las condiciones de infraestructura inadecuadas e insuficientes, la necesidad de comedores y guarderías, el presupuesto que no llega, las dificultosas condiciones de cursada. Por esta razón es que, junto a otras organizaciones estudiantiles del campo nacional y popular, apoyamos la medida de las tomas en nuestras Facultades (lo que empezó en acto de solidaridad con la importante lucha de los estudiantes secundarios porteños, pero que tiene sus propios motivos en los reclamos universitarios).
Si me extendí en este recuento y síntesis de los conflictos que nos interpelan es porque, lamentablemente, un sector de la militancia estudiantil tiene muy poca memoria de su pasado reciente y una ceguera inconcebible en el diagnóstico de nuestro presente.

Cada quien puede apelar a su ideología, como condición de producción de sus discursos, y a su pertenencia o simpatía política, pero en las discusiones al interior de la Universidad (que tienen su correlato en lo que se sale a decir y a mostrar por fuera de ella) más que discutir de política e ideología se cayó en las chicanas que se desprenden de la consigna que los grupos que sostienen la toma levantaron como bandera: “MACRI Y CRISTINA, DESFINANCIAN LA EDUCACIÓN PÚBLICA”. En el amplio frente de la Facultad de Filosofía y Letras, sólo podían verse estos carteles, así como en la Facultad de Ciencias Sociales hay carteles y volantes similares. La cara de la Presidenta luce en el mismo combo junto con la de Mauricio Macri, el Ministro de educación porteño, Esteban Bullrich, y el Rector de UBA , Rubén Hallú. Los centros de estudiantes de estas dos facultades están bajo la conducción de “la izquierda que no es” y los militantes del Partido Obrero (PO) no hacen más que sumar con sus discursos y pintadas a la confusión que tergiversa un justo reclamo. Estas agrupaciones visualizan como claros enemigos políticos a las agrupaciones del campo nacional y popular que, al contrario de la lógica que nos asignaría el PO, estamos a favor de la toma y de la justeza del reclamo. O, más bien, a título personal debería decir que estaba (en pasado) a favor.
En los varios intercambios que pude presenciar con estudiantes de estas corrientes, es lamentable la sujeción a esquemas de pensamiento que inducen a predicar que “todo es lo mismo”. Es penoso que estudiantes universitarios, provenientes de los sectores medios de la sociedad, que tienen acceso a una educación terciaria y suficiente edad como para pensar con sus propias cabezas nieguen el principio rector que se nos enseña a penas ponemos un pie en nuestras Facultades: el pensamiento crítico, dialéctico; y el desenmascaramiento del pensamiento lineal y unidereccional.
Para ellos, todo lo que no se corresponda con un accionar directamente proporcional a la ideología a la que adscriben, es tildado de “maniobra”. Es realmente llamativo que una “izquierda” no sea capaz de ver los cambios a favor del pueblo que comenzaron a delinearse a partir de los últimos dos gobiernos; aún con todo lo que falta es deshonesto no reconocer que no seguimos en el menemato. Llamativo porque entiendo que estamos en una etapa del país en que se delinean claramente dos veredas (en cada una de las cuales circulan diferentes apuestas políticas que coinciden, al menos, en puntos básicos como declaró el Diputado Martín Sabatella, representante de la oposición más digna con la que contamos, pues la oposición de derecha es un rejunte imposible de digerir). Pero estos militantes caen en la incoherencia de creer que no se está “ni con los medios ni con el gobierno”, “ni con el campo ni con los K”, cuando en realidad no tienen apuesta política con proyección nacional y ni siquiera local como para postularse como una alternativa potable frente a una derecha que se aglutina con torpeza y fisuras pero que ha demostrado todo su potencial disgregador y de anhelo por las políticas del pasado. Pero, claro, con el PO y con las conducciones de estos espacios estudiantiles caemos siempre en un problema de definición de conceptos: para ellos el gobierno Kirchnerista es la derecha y quienes apostamos, desde diversos lugares y con diferentes matices, al proyecto de país que viene creciendo, no somos más que un “par de rentados”, “unos descomprometidos”. En sus discursos salta todo el tiempo este tipo de errores de concepto, quizá porque les es muy difícil sostener su postura de confrontación si aceptan que este gobierno tiene matices, tiene contradicción. Hasta el punto de que me hacen pensar que les gusta tanto el lugar de oposición y se esfuerzan tanto por parecer de izquierda que deben inventar demonios donde no los hay. Algo hay que reconocerles: miden a todos con la misma vara, en lo que se equivocan no es en la vara sino en la consideración homogénea y distorsionada de la realidad que miden. Esta izquierda abstracta nada hizo por poner luz en el conflicto con las patronales del campo allá por 2008, los militantes del PO se opusieron a la Ley de Medios a la cual acusaron de ser “interburguesa”y el centro de estudiantes hasta sacó un mega afiche en defensa de los periodistas de Clarín con motivo de la ocasión de los afiches anónimos regados por la ciudad, que tanto perjucio les causó a los caballitos de batalla del monopolio que fueron calurosamente recibidos por la Comisión, nada más y nada menos, que de Libertad de Expresión en el Congreso. Un claro ejemplo del cinismo y la hipocresía de nuestros días.
Para ellos es lo mismo una Cristina Fernández que recupera el presupuesto para educación pública, que aumentó en un 500 por ciento y que representa hoy alrededor del 6 por ciento del PBI, que un Macri que subejecuta el presupuesto educativo y sobrejecuta en publicidad y veredas (y que, en otras áreas no se aparta de las lógicas neoliberales del gran “reconstructor del país” , Carlos Menem, según su opinión).
No niego que aún sea insuficiente pero denuncio la flagrante malintención de un discurso sin matices, porque aunque no se crea en la inflación que da el INDEC si se la duplica, como hace cualquier consultora privada (la que, por otra parte, no conocemos nada acerca de su funcionamiento), el aumento del presupuesto educacional sigue siendo significativo y la actitud hacia los estudiantes en general es de reconocimiento y no de censura o de persecusión por parte del Gobierno. El papel del Rectorado en este tema y su responsabilidad en el marco de una universidad autónoma (autonomía que el PO niega para pasarle la pelota al Ejecutivo Nacional) se desdibuja ante la intención de crear una “nacionalización” de la protesta estudiantil, ignorando, por ejemplo, la cantidad de escuelas construídas en los últimos años; extrapolando un conflicto justo de estas Facultades de la UBA a un aparente caos nacional.
Me parece que estos militantes de la anticausa nacional no saben cómo construír los consensos necesarios con otras agrupaciones y estudiantes para llevar a cabo de una manera fructífera el justo reclamo, confunden al enemigo político en su incorrecta caracterización del gobierno nacional. Porque una cosa es apostar a otro proyecto político y tener la autonomía necesaria como para construír desde afuera del oficialismo y otra muy diferente es mentir. Mienten cuando nos niegan a los movimientos nacionales y populares la lucha por nuestra universidad y la educación pública en su conjunto, cuando le adosan al Gobierno Nacional la “manipulación de los derechos humanos” y nos creen insensibles ante una desaparición en democracia como la de Jorge Julio López. Quieren actuar sobre todos los frentes de poder, según su discurso, y hacerlo a la vez, desconociendo la gran batalla política y el gran costo que significa sobreponerse a los poderes concentrados de antaño. ¿O hay que recordarles el ánimo destituyente y la reacción de los agrosojeros y su séquito cuando Cristina Fernández envió el proyecto de ley 125 de retenciones móviles y estuvimos con piquetes fashion al borde del desabastecimiento, al borde del golpe mediático gracias a los voceros del establishment? Y esto no es una manera de decir que no debemos tocar nada de lo establecido, no es conformismo, sino la constatación de que hay que apoyar cuando un gobierno o sector social se impone a un poder económico concentrado, ya que ese sector queda vulnerable ante el embate reaccionario de los que no quieren perder sus injustos privilegios.
Esta pobre y engañosa izquierda estudiantil es absolutamente ciega cuando considera que el pago de la deuda se hace a costa del “hambre de los trabajadores”, e incapaz de entender la dialéctica de la realidad latinoamericana. ¿Qué dicen acerca de la fabulosa relación y coincidencias que tienen un Evo, un Chávez o un Correa que apuestan por el Socialismo del Siglo XXI, con el gobierno nacional? ¿Qué dicen acerca del voto únanime de los miembros de la UNASUR para que el ex presidente Néstor Kirchner la lidere? No dicen nada, porque allí aparecería de nuevo la contradicción y ellos odian la contradicción. Estudian humanidades y ciencias sociales y niegan el principio de la contradicción en cualquier realidad social, que siempre es dinámica. Niegan la correlacción de fuerzas en una sociedad como la nuestra, nacida como Estado Nacional para ser objeto de explotación (y explotada y saqueada en tiempos coloniales), Nación semicolonial que carga con todos los muertos en la lucha por la comprensión de una causa nacional. Y cabe aclarar “nacional” y no “nacionalista” como le gusta decir a la izquierda abstracta para referirse al Peronismo, en su fascinación de considerar a Perón como un nazi, como un dictador; obviando toda investigación al respecto de las diferencias entre los regímenes europeos y la realidad latinoamericana de esos años.

La imposibilidad de entablar un diálogo con estos sectores del movimiento estudiantil es lamentable, y duele que fracciones que se dicen de “izquierda” vacíen de contenido nuestras instancias de encuentro y trastoquen la realidad con su purismo ideológico.
Que se monten en el placer de relamerse del crecimiento de la participación en las Asambleas, que según ellos ascendió a las 800 personas, siendo que (según el censo 2004) los estudiantes de Filosofía y Letras suman 14.330 y los de Ciencias Sociales 25.346. Si para ellos esto es un triunfo de la participación es muy limitado su horizonte y me llevan a pensar que no sólo sus estrategias de interpelación al estudiantado sino todas las demás, inclusive las nuestras, están fallando seriamente. Porque mientras la política universitaria sectaria sigue en sus dilemas y luchas discursivas intestinas, la realidad nacional está reclamando de nosotros otro tipo de esfuerzos y de miradas. La universidad pública no puede estar disociada de los grandes temas que conmueven a nuestra sociedad, no puede existir un adentro y un afuera de la Universidad, como microclima ficticio que tantas veces se vive en los pasillos y en las aulas.
El reclamo por la educación pública debe seguir vigente, pero no bajo estas lógicas.

Para concluír, ,lo que dice el Historiador Norberto Galasso, en sus Cuadernos para la Otra Historia, respecto de la izquierda abstracta refiriéndose a pretendidos marxistas también puede ser aplicado para ciertos trotskistas o, mejor llamados, “troskos”:

“...la clase dominante aprovecha a aquellos marxistas que confunden disidencias frontales con laterales y enemigo principal con secundario y los aprovecha para su propia causa, más allá de las buenas intenciones a favor del proletariado que ellos pueden sustentar.”
“Para esta estrategia la clase dominante no vacila en poner a su servicio a intelectuales pretendidamente marxistas. No importa que ellos descalifiquen a los movimientos de liberación nacional desde una perspectiva socialista porque esa perspectiva es abstracta y lejana, mientras la crítica al yrigoyenismo y al peronismo, implacablemente concretos, ayuda a debilitar a los movimientos de masas.”