sábado, 11 de julio de 2009

El diálogo DEBERÍA empezar por casa, no Mirtha?

¿Qué es lo que hace que la diva de los mediodías se convierta en una mujer tan áspera ante los que piensan diferente? ¿Cómo salir airoso de un almuerzo con la Chiqui si uno comete la herejía de defender algunas acciones del Gobierno Nacional? ¿Por qué su programa es la cuna que mima a los opositores más oscuros, a las figuras más controvertidas, a los que han hecho más daño que bien a la Argentina y su democracia?

¡QUÉ PREGUNTAS MÁS IDIOTAS!

casi diría que se contestan por sí solas...

A mi Chiquita por momentos me cae simpática y en otros, me molesta profundamente la construcción que quiere hacer de las cosas. Es una diva que llega a las casas de muchas familias, de muchas señoras de barrio que seguramente la sintonizan a la hora del almuerzo o la sobremesa. Pero, sin embargo, Chiquita no deja de ser una aristócrata. Le gusta la aristocracia. Le gusta vestirse de punta en blanco y llenarse de joyas, que una mujer vestida de sirvienta le corra la silla y le alcance los papeles. De la señora Presidenta dirá, en cambio, que se arregla y gasta en ella demasiado.
A la Chiqui le gusta sentarse en la cabecera como la gran anfitriona que es, llevando el curso del diálogo por dónde más le place. De la señora Presidenta, en cambio, dirá que es soberbia y anula el diálogo. Mirtha es correcta, se horroriza de lo vulgar, se enaltece. Cuidado si la enfocan en un mal plano, le puede costar la cabeza al camarógrafo. Mucho esmero en el photoshop para que luzca siempre inmortal su belleza de juventud.
Chiquita es una diva popular, pero está lejos del pueblo. Muy lejos. En lo discursivo demoniza la corrupción, la pobreza, la mentira, el engaño. Pero contribuye con su silencio o con su apoyo explícito a personajes nefastos a seguir perpetuando segmentos de corrupción, de pobreza, de mentira, de engaño. Acaricia a la oposición más cuestionada por acciones que no son jugadas políticas del oficialismo, que son de público conocimiento, pero no se inmuta, le pasa inadvertido. Defenestra al Oficialismo que es un cáncer en nuestro país, que nada bueno ha logrado. No se conmueve ante un Golpe de Estado. En realidad, le horroriza el "populismo".
Chiquita se llama así misma democrática, pero no tiene argumentos para refutar con objetividad y dirige críticas descarnadas al oficialismo, a veces deja que alguien que simpatiza con el Gobierno pueda meter una idea y con suerte lo deja terminar . Chiquita es tan "ingenua" que asusta. Tan visceral que molesta. Tan injusta que entristece. Está al frente de un programa en un importante medio de comunicación, sin embargo, se siente tan fresca y libre que puede decir lo que quiera, opinar de lo que quiera, sin comprometerse con la verdad. Claro ejemplo de esto es que no pueda decir ni una sola medida buena de las tantas que ha realizado el Gobierno Nacional. Y me hago cargo de lo que digo con mucho orgullo, así como tengo una posición crítica frente a otras cuestiones como el INDEC; un tema del que he tenido mucha opinión opositora (hasta entrevisté a una trabajadora desplazada del INDEC), pero ninguna explicación plausible y verosímil del oficialismo. Me hago cargo de que tampoco he buscado esas otras respuestas.
Decía entonces... Chiquita no está en un programa, está en su living. Así se mueve. Así de poco se compromete con esa justicia y ese bien a su país que quiere lograr, mejor dicho que le gustaría que otros logren. Pues todo no se arregla con una donación, la herramienta más importante para hacer justicia la tiene desde lo discursivo y lo desaprovecha. Mirtha, Sú y Moria se horrorizan y despotrican, tienen tanto en común que agobian. Si por Sú fuera tendríamos la pena de muerte y con Moria nos olvidaríamos de los pobres porque levantaríamos el vidrio polarizado del auto y nos convertiríamos en "autistas", seres enfocados en uno mismo, con la armonia perfecta y el egoísmo justo para vivir en este mundo de mierda. Y, como por arte de magia, los pobres ya no existirían. Y así más energía para pensar en las nuevas terapias ortomoleculares. La vida es divina sin pobres.
Almuerzo tras almuerzo, Llambiás, Biolcati, Buzzi, De Ángeli y Miguens le van a agradecer de por vida a esta señora la cálida acogida en ese programa que tanta suerte trae. El falso campo ganó allí su batalla destituyente, tendrían que haberse animado a comer soja los infelices y contarle a los televidentes lo hermoso que es levantarse por la mañana y respirar el aire empapado de glifosato.
Pero hay cosas que no pueden esperarse de la Chiqui. Porque ella seguirá siendo una diva. Una diva popular. Alejada y divorciada desde siempre de las causas y las luchas del pueblo.

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